Desde San Marcos Sierras, Córdoba, entrevista a Leda
Berlusconi, comunicadora social con orientación en periodismo. Directora,
coordinadora y productora de programas radiales. Analista social relacionada
con diversidad de movimientos sociales.
-Fuiste productora de Quique Pesoa, tu pareja y compañero
de vida pero vayamos a tus inicios. ¿Cómo comenzaste la carrera de comunicadora
social?
-Estudié la carrera que era la de Licenciatura en Ciencias
de la Comunicación Social con Orientación en Periodismo en la Universidad
Nacional de Rosario. Digo era porque eso después cambió. Yo soy plan 77 que fue
el primero que se habilitó después de la dictadura. Entré justo a la facultad
cuando comenzó la democracia. En ese momento eran cuatro años y trabajamos un
plan que había quedado suspendido en la facultad cuando los militares cerraron
la carrera. En Rosario la cerraron, existía de antemano. No es como en Buenos
Aires que se creó nueva. En Rosario existía la carrera y el gobierno militar la
cerró. Yo me gradué ahí de Comunicadora Social. De todo lo que había en el mapa
laboral de la carrera lo que más me interesaba era la radio. Así que empecé a
trabajar en una radio de Rosario, en LT3 tuve mi primer trabajo en el año 84.
En ese programa éramos pasantes con otra compañera de la facultad y después se
terminó y ya la radio no habilitó pasantes de la facultad. Costaba mucho
trabajo trabajar en Rosario por lo tanto me dediqué a terminar la carrera y
conocí a Quique en el último año. Fijate que nosotros vivíamos en la misma
ciudad, en Rosario, Quique era una persona muy conocida, como decirte (Héctor)
Larrea o Fernando Bravo en Buenos Aires pero nunca nos habíamos cruzado. Él no
era docente en la facultad, se dedicaba más a la locución, había fundado una
escuela de locución y nunca nos habíamos cruzado. Yo sí tenía un grupo de
pertenencia en el que estaba su ex mujer, que era una Mesa del Cairo dedicada a
las chicas de Comunicación. Pero lo conocí en Córdoba porque en un momento
dado, en el último año de la carrera la facultad de Córdoba organizó un
Congreso de Comunicación en conjunto con la carrera de Rosario, un Congreso de
Comunicación y Educación. Y ahí me anoté para venir. Vinimos un grupo grande de
Rosario, vinimos muchos compañeros de facultad. Era súper interesante porque
íbamos a discutir no solo el rol del comunicador como periodistas sino como formador
de opinión, como educador. Y después, no solo el docente como educador sino
como comunicador. Creo que por primera vez se discutía eso en un mismo plano.
Vinieron a ese Congreso muchísimas maestras de la provincia de Córdoba, de
distintos lugares. Pero bueno, fue medio un fiasco porque cuando llegamos los
organizadores no estaban, no estaban armadas las comisiones. Teníamos el hotel
y todo pero no había debate para realizar. Entonces se organizó una especie de
grupo de choque para negar la validez de ese Congreso o por lo menos solicitar
que se rediscutiera porque en un momento ellos dijeron 'no importa, sacamos un
comunicado con unas conclusiones que ya habíamos escrito antes y chau'. 'No,
dijimos nosotros'. En ese grupo éramos como 150 personas y se eligieron a dos
personas para que escribieran un documento y lo leyeran. Entonces un grupo de
la facultad me eligió a mí para que escribiera el documento y otro grupo lo
eligió a Quique para que leyera ese documento y fuera la figura; era el tipo
más conocido, claro. Así que esa noche, los dos sabíamos el uno del otro, pero
esa noche nos conocimos. Tuvimos que estar toda la noche definiendo y
escribiendo; viste que hablar en plural es complicado y también hablar en
nombre de gente que no habíamos visto nunca. Así que ahí nos conocimos, nos
hicimos amigos, empezamos a frecuentarnos en los ámbitos de la comunicación y
él ya se estaba yendo de Rosario, echado de todos lados y cuando llegó a Buenos
Aires no tenía equipo de producción para un programa que iba a hacer en Radio
Continental entonces nos habló a mi amiga Cecilia y a mí para que le hiciéramos
la producción desde Rosario. Era complicado porque no existía internet, ni los
celulares, ni las computadoras. Se escribía en las máquinas de escribir con
tinta, se armaba la carpeta con toda la producción escrita y se despachaba por
correo o por una empresa de transporte a Buenos Aires. Era muy complicado pero
bueno, lo hicimos.
-¿Qué frecuencia tenía el programa?
-Ese programa era diario, se llamaba “Diferencias” y salía
todos los días de lunes a viernes a la noche, a la madrugada de Radio
Continental am. Él después hacía otro programa pero ahí tenía producción. Eso
es lo primero que hice con Quique. Después yo me fui a vivir a Buenos Aires y
trabajé con Fernando Bravo. Fui productora de Fernando Bravo por tres años, uno
en Del Plata, dos en Rivadavia. Y también le hice un reemplazo a un compañero
de Radio Rivadavia que era productor de Larrea, Horacio, que tuvo un problema
de salud y entonces me quedé haciendo la producción de Larrea esos tres meses
que no fue a trabajar.
-En el ejercicio de la comunicación, te desempeñaste en
producción pero ¿te interesa también ejercer otras tareas?
-En un momento dado cuando se decidió abrir la carrera de la
Licenciatura en Buenos Aires presentamos un proyecto a los nuevos directores
que iba a tener, para dirigir el taller de radio con Quique, con Reinaldo
Martínez de Radio Continental y con dos o tres compañeros de laburo. Hicimos un
proyecto. Pero en ese mismo momento, sin saberlo, Eduardo Aliverti presentó
otro proyecto para dirigir los talleres de radio y se lo dieron a él. Entonces
después ya no me presenté en otra situación académica formal. A veces doy
talleres de comunicación y algunas charlas y cuando alguna radio comunitaria
nos pide '¿podés venir a enseñarnos dos tardes o tres tardes?', bueno voy y
hago eso como colaboración, no cobro por esa tarea.
-¿Cuáles son las tareas que más te gusta desempeñar
dentro del ámbito de la Comunicación?
-La verdad es que siempre me gustó la producción de radio. Trabajé
en editorial Abril, en la revista Vivir, en varios lugares. Hice un poco de
gráfica, televisión, trabajé en Canal 2, en el 7. La gráfica no me gustó, nunca
me gustó, no me sentí cómoda, los diarios tienen un ritmo y gente que le
encanta eso de la gran redacción y estar todo el día ahí adentro y escribir. Y la
televisión es un show permanente, nunca di el perfil; no me gustó. La radio es
lo que más me apasionó y dentro de la radio nunca hice aire, siempre me gustó
la producción, al principio hice producción y después, en la medida en que
pasaron los años me capacité entonces me dediqué a la coordinación, producción
ejecutiva. Buscaba productores, armaba equipos y coordinaba y dirigía.
-¿Cómo fue que se
vinieron para acá, para San Marcos Sierras?
-Bueno, en un momento dado, cada uno por su lado hizo un
proceso diferente. Yo me enojé mucho con la profesión en el sentido exclusivo
de lo profesional, no lo académico. No era un problema solo en Argentina. No
había lugar en el mundo donde trabajar de periodista sin quedar enredado en un
comercio de información que era imposible de desanudar. La coordinación de
producción, lo que tiene de lindo es que vos ponés dos o tres productores a
laburar en una investigación, en una producción cualquiera, supongamos nosotros
hicimos las investigaciones más grandes que fueron las privatizaciones, con
cuatro productores en la calle que iban desde la creación de Entel hasta la
división entre Telefónica y Telecom y el comercio que fue. Era interesante porque
en ese momento sentías que podías llegar a desanudar todo eso, a desandar ese
proceso y después vos lo podías contar como vos querías, era tu elección cómo
le contabas al público esa información a la que habías logrado llegar hasta el
final. No había nada que te filtrara nada. Pero llegó un momento en que eso fue
imposible. Las redes de negociación eran tan grandes que nunca llegabas al
final. Nunca desanudabas, siempre te quedaban 40 nudos inalcanzables y el
negocio se hacía imposible de desarticular. Y ya tu discurso, por más que lo
hicieras lo más transparente que pudieras desde tu ética siempre quedaba
comprometido con algo. A alguien no lo denunciabas porque no habías logrado
llegar hasta ese punto y entonces si no llegabas a ese punto eras cómplice. Era
muy delicada la trama que se había logrado tejer en los años 2000. Después
nosotros viajamos a algunos congresos internacionales y nos dimos cuenta de que
por lo menos en Latinoamérica pasaba en todos lados. Después en el 2013 cuando
fui a Europa y di unas charlas en Salamanca, me encontré con que ahí pasaba exactamente
lo mismo que acá. No es un problema que endilgamos a nosotros los argentinos.
Esto es parte de la globalización que nos anunció en el 50 Silvio Frondizi. Esto
es así, imparable. Entonces está en vos querer pertenecer a ese riesgo o buscar
otro camino. Yo sentí que no me daba más el cuerpo para pertenecer ahí. No
podía firmar nada, no podía firmar una nota. No me quería hacer cargo de
producciones complicadas. ¿Qué te queda? ¿El espectáculo, el deporte? El deporte
es un negocio espantoso, es casi peor que la política. No te queda casi nada.
En un momento nos embudamos en los movimientos sociales, en las asambleas, nos
quedamos ahí, encontramos un lindo espacio de divulgación, pero era como la
revistita de uno mismo de divulgación científica. En un momento solo hablabas
de un microclima que no contemplaba la realidad social entonces hacés silencio
con aquello y solo contás esta experiencia maravillosa de Zanón, pero es un
hecho aislado que al fin de cuentas es como venderle estrellitas de colores a
un oyente. Entonces en un momento decidí salir del periodismo. Justo en ese momento
en que yo tomaba esa decisión absolutamente personal que no comparto con Quique
porque él nunca se salió de la profesión, él tenía necesidad de salir de la
ciudad, mucha necesidad de cambiar el estilo de vida. Y bueno, teníamos esta
casita acá desde el año 85 en que la veníamos construyendo, techando una parte,
techando otra parte, techando esto, poniéndole un jardincito, una habitación
más porque había nacido otra niña, después otra habitación porque nació otra
más y dijimos ‘bueno, por ahí nos podemos ir a vivir ahí’.
-De hecho ustedes
compraron el terreno pelado.
-Nosotros compramos una
parcela muy pequeñita que es esta que está rodeada de cañas acá, que no tenía
nada porque, de hecho, lo último del pueblo por llamarle así no era la plaza, el
pueblo terminaba antes. Antiguamente se desarrollaba hacia el lugar donde llega
el micro. Entonces estar acá era, ‘bueno, vamos al pueblo a hacer las compras’.
Después el pueblo creció hacia acá y esto que era todo un descampado se empezó
a poblar. Cuando nosotros compramos este lotecito pequeño no teníamos vecinos,
salvo esta casa antigua de acá, de la esquina. Entonces hicimos una casita muy
pequeñita donde ahora vive mi mamá y es un bungalow y después, como somos
muchos hicimos un comedor, luego un baño que quedó como afuera medio raro,
después hicimos una habitación para acá y después las otras dos. Eso se fue
haciendo con los sueldos. ‘Me guardo mi sueldo, vivamos con el tuyo y este va
para ladrillos de San Marcos’. Se fue haciendo lentamente. Compramos este lote
chiquito en el 84, 85, después, cuando nosotros tomamos la decisión de mudarnos
pusimos en venta nuestro departamento en Buenos Aires, lo vendimos y nos
vinimos con esa plata para acá y compramos el lote este donde están los coches
y la pileta, los dos lotes del fondo donde está la hostería y un lotecito que
es el callejón de entrada. Compramos todos esos lotes y los unificamos con un
agrimensor y ahí empezamos a planear un hospedaje. Y tuvimos un tiempo de un proceso,
primero pensamos en que el hospedaje tuviera salida hacia esta calle (señala
San Martín), después nos dimos cuenta de que esa calle era muy ruidosa. Nosotros
dormimos acá y nos damos cuenta de lo que es, no era el plan de descanso que
nos imaginábamos para el pasajero. Pensamos que era mejor estar en el corazón
de la manzana. Mi papá era arquitecto, lo había acompañado mucho en su estudio,
había sido empleada de él pintando planos mucho tiempo mientras estudié en la
facultad y Quique hizo cuatro años de arquitectura entonces pelamos los
tableros y nos pusimos a diseñar la hostería y a construirla con ese dinero que
trajimos de la venta de ese departamento en Corrientes y Callao, donde vivíamos.
-El estilo ‘Isla Negra’de Pablo Neruda que tiene la hostería en
relación a los objetos antiguos que atesora, ¿fue algo que se les ocurrió a los
dos o producto de una colección propia?
-Quique es un juntador de porquerías
eterno (risas). Cuando armamos esta casa, como no teníamos un mango trajimos
muchas cosas viejas: muebles, sillas, lámparas y cosas de un sitio donde Quique
se crió, una estancia que en realidad ya no era estancia sino un terrenito que
había quedado, una parcela, mejor dicho, que le había quedado a su papá, que se
llamaba La Merced y era donde había nacido su papá. La había fundado su abuelo
que se la había comprado a Urquiza.
-¿La estancia estaba en cercanías a Rosario?
-Eso estaba entre Sanford
y Casilda en la provincia de Santa Fe. Ese abuelo de Quique había sido un
político de la zona, que está por ahí el busto. Entonces teníamos muchas cosas
así y dijimos bueno, aprovechemos y hagamos algo así medio colonial con el
estilo de Córdoba de siempre, con la arcada y pongámosle esto antiguo. Pero
nosotros hicimos un programa de televisión en un momento, “Cien años”, que
relataba la historia del siglo. Lo hacía en varios bloques y para ir a esa historia,
nosotros llevábamos los objetos que se usaban en esa época. Por ejemplo, cuando
hablábamos de 1943, conseguíamos las lapiceras que se recargaban o, cuando
hablábamos de 1920, las cámaras de fotos de que usaban en el 20, cómo se tomaba
la fotografía y aprovechábamos el recurso del objeto, incluso de la vida
cotidiana, nada extravagante, una cámara de fotos que podía tener un porteño de
una clase media, o media alta, cuando salía de vacaciones con su familia, pero
que era posible para alguien. Y la búsqueda de esos objetos la hicimos también
con los televidentes. Pedíamos en el programa a la gente que tuviera objetos de
la usanza de la vida cotidiana de sus abuelos o sus padres, que comprendieran
la historia de 1900 al 2000 que nos lo prestaran. Entonces teníamos una
productora a disposición para ir a buscar esos objetos a las casas. Pero en
general la gente te decía, ‘yo te lo regalo, lo tengo tirado en el patio’, ‘lo
tengo tirado en el galpón’, ‘odio este aparato que lo tengo hace un montón y
nadie sabe qué hacer’ o ‘nadie lo quiere’. Entonces muchísimos de los objetos
que están ahora en La Merced también son regalos de oyentes y televidentes como
esa cardadora. Quique no solamente fue a buscar esos objetos en persona sino
que las desarmó, las reparó y las rearmó para que estén en funcionamiento con
su funcionalidad real. Si era una lámpara a kerosene, que no tenga una lamparita
adentro sino que tenga el kerosene, la mecha original, todo el proceso.
-También, Leda, fuiste la transcriptora del libro “¿Estás ahí? Conversaciones
sobre las palabras que importan” (2013) de Quique Pesoa en coautoría con Luis
Mattini, a partir de las columnas que Mattini, entrevistado por Pesoa genera en
el programa de radio. ¿Cómo fue ese trabajo?
-Cuando se tomó la decisión
de hacer el programa desde acá, Quique dijo ‘ya no aguanto más sin hacer radio,
quiero hacer radio’ y yo había decidido no trabajar más de periodista. Se buscó
un equipo para que lo acompañe. Yo hice otro proceso. Me empecé a interesar por
la investigación y encontré acá el tiempo y el espacio para leer, para
estudiar, para reformarme y empecé a trabajar eso. Me concentré en un tema que
me había interesado siempre que es la guerrilla en los 70, sobre todo la guerrilla
guevarista, la del PRT-ERP. Entonces me puse a estudiar eso con mucho ahínco, a
entrevistar gente, guardar material, visitar lugares. Cada vez que, por
ejemplo, había una temporada buena de verano yo me separaba una plata y decía ‘esto
es para mi investigación’ entonces me hacía dos o tres viajes en los meses que
son más muertos, turísticamente hablando, para grabar. En este andar lo
encontré a Luis (Mattini) y me hice muy amiga. Luis, además de ser un militante,
bueno, un dirigente del ERP era un tipo que se había formado académicamente
mucho y que se dedicaba mucho a la gramática. Era escritor en ese momento,
tenía una producción ardua y era un tipo minucioso con el lenguaje, con el uso
del lenguaje y de la gramática y con las palabras. Entonces se me ocurrió
presentarle esta opción a Quique y de paso a Luis presentarle una opción nueva
que era hacer radio y que nunca antes lo había hecho. Entonces se armó eso y yo
escuchaba, desde mi trabajo allá en el fondo en la cocina, la columna y me daba
cuenta de que después de dos o tres programas la gente seguía hablando de
alguna palabra, o sea le quedaba como el rumrum de lo que esa palabra significó,
podía significar y sus usos. Entonces me di cuenta de que podía hacer un
diccionario, que podía estar en una biblioteca. Viste que el aire se va, lo
perdés. Entonces les hice la propuesta a los dos que me dijeron ‘ni en pedo
vamos a desgrabar eso’, ‘bueno, yo lo hago’. Eran casi 190 palabras en ese
momento, que las desgrabé todas porque ellos iban a elegir qué palabras. Las desgrabé
textual una por una para poder ver cómo había sido la columna y después darle un guiño
llamémosle literario. Hicimos unas reuniones, ellos definieron que mejor
trabajábamos los tres, así que entre los tres hicimos una selección de esas
palabras y después yo hice un reacomodo, tomé cada palabra y la reredacté para
que fuera más amena. Después, Luis tomó esa palabra y nuevamente le dio un
giro, porque en realidad lo que hizo fue darle un poco más de contenido que en
la radio a veces no podés porque te urge, porque estás saliendo al aire,
entonces las amplió un poco más, les puso un poco más de carga incluso política
lo que en la radio no daba. Y después, esa misma palabra la agarró Quique y le
dio como un poquito de vuelo, le sacó algunos clichés de la radio, le dio una
vuelta más para que fuera más lindo de leer y que no se pareciera tanto a lo
que se había escuchado. Y finalmente, la editorial Planeta puso un corrector
que le dio ese último toque que hacen los correctores, ‘mirá acá redunda mucho
la palabra tal porque claro, en un diálogo se repite y no se nota pero en el
texto se nota, vamos a reemplazarla’, esas cosas que hacen los especialistas.
Pero sí, fue un año y pico de trabajo y después un año largo para encontrar una
editorial que lo quisiera publicar, que ese es un trabajo que también te lo
encargo. Fui a todos lados con el librito abajo del brazo hasta que di con un
editor en Planeta, Nacho Iraola, que me dijo ‘me interesa, lo hacemos’, y
bueno, se publicó.
-Ustedes tienen cinco hijas mujeres, todas con distintas profesiones e
inquietudes llamativas.
-Las tres primeras son hijas
de Quique de su primer matrimonio que muy jovencitas se vinieron a vivir con
nosotros. Una tenía 12 años. Casi yo me crié con ella (risas). La mayor es
diseñadora gráfica y deambuló bastante por el diseño gráfico independiente,
vivió en Chile, en Israel, en algunos países probando suerte hasta que se halló
en la CNC (Comisión Nacional de Comunicaciones) diseñando los manuales de
radiodifusión y muchas otras cosas, los libros, todas las publicaciones que
hizo la CNC; toda la gestión de Ceferino Namuncurá laburó ahí. Y cuando se
complicó todo el año pasado, justo le habían pedido de INTA (Instituto Nacional
de Tecnología Agropecuaria), que no tenían un diseñador que se ocupara de toda
la folletería y las cosas que ellos necesitaban así que pasó a INTA y ahora
está trabajando ahí. Después le sigue Marga que está viviendo en Oaxaca con su
hijito León. Ella estudió varias carreras pero no terminó ninguna y trabaja de
periodista. Pero bueno, es más joven, es un poco más moderna, de estos
periodistas que solo andan con un microfonito y una compu y hacen todo.
Entonces ella hace la producción completa de sus micros, después los locuta,
los graba, los edita y los pone al aire. Trabaja para una ONG y para unos
medios públicos de Oaxaca. Ahora hace poquito le dieron un premio. Se dedicó a
todo lo que tiene que ver con la ecología y hace todo ella. Después está Lucila
que es museóloga pero que también es locutora de la Metro y es la que resguarda
todas las antigüedades que tiene el Fondo Nacional de las Artes. Es la encargada
de proteger esas piezas que hay ahí. Con esta gestión nueva no sé si
permanecerá en su puesto pero por ahora está ahí. Estudia mucho, viaja dos
veces al año porque hace todos los seminarios que se dicten. Ella es especialista
en tejidos. Hizo mucho de tejido incaico, de todos los tejidos de América, esos
los hizo a todos, telares, pinturas, originales y es la que recuperó el chaleco
de Belgrano que se lo había comido la polilla porque no estaba bien cuidado en
el Museo Udaondo (en Luján) y el año pasado que fue el año dedicado a Belgrano
lo querían volver a exponer y tenía un pedazo todo comido. Ella recuperó ese
pedazo con telas del tejido original, tiñendo los hilos que se usaban en esa
época. Se busca esa misma seda, es un trabajo. Y después hay que coser el
bordado con hilo de oro, esas cosas que se hacían antes. Eso le apasiona. Ahora
hace poquito vino de Lima de hacer un seminario allá. Después le sigue Mercedes
que todavía sigue probando carreras, porque todas estudiaron muchas carreras
hasta encontrar su destino. Trabaja en El Ateneo Splendid porque lo que le
gustan son los libros. Quiso estudiar edición de libros en la UBA pero se
perdió en ese mar de gente que hay en Puán y bueno, está viendo si lo puede
resolver de otro modo. Pero trabaja ahí, es una apasionada de eso, tiene una
pequeña editorial online libre que se llama Ediciones Frutilla y que está
destinada a las adolescentes, sobre todo mujeres, que buscan leer una
literatura que no sea la de siempre y además que escriban. Entonces ellos
tienen un equipito de redactores y de correctores que corrigen y publican. Está
contenta con eso pero es ad honórem. Y después está Catu que está haciendo
quinto año, también eligió humanidades, viste que todas más o menos están por
ahí. Quiere ser actriz, estudia para eso, estudia piano, estudia canto, estudia
teatro, estudia inglés, porque además quiere ir a una escuela de actuación en
Londres, quiere ir ahí a probar suerte. Son cuatro años y quiere ver si puede
pasar la audición inicial y hacer la carrera ahí. Lograr alguna beca y estudiar
ahí.
-Quique ha dicho en alguna oportunidad que sos la que lleva adelante la
economía de la familia. ¿Cómo es trabajar aquí en La Merced?
-Vivir acá es raro porque
es como que el tiempo lo decidís vos entonces muchas veces se te escapa y no
hacés nada, y solo charlaste con alguien tomando mate; es raro el tiempo acá.
Pero sí, en líneas generales la economía cotidiana la manejo yo, es decir que
yo cobro los trabajos del estudio y los pasajeros, las dos cosas. Y llevo esas
dos economías en paralelo y yo administro para primero pagar todo, los gastos
que tiene este estudio y los gastos que tiene la hostería, le pago los sueldos
a los empleados, soy la que está inscripta, digamos, la que se anotó en la
AFIP, la que hace todas esas cosas desgastantes. Justo estaba con una planilla Excel
en este momento pasando enero. Y hago las compras. Defino un poco el desarrollo
de lo que vamos a tener en el tiempo porque me gusta que los pasajeros que
vuelven se encuentren con la misma calidad que tuvieron hace tres años, cinco
años, o hace ocho años. No solo en las sábanas y en la limpieza de la
habitación sino en el desayuno, en muchos detalles que hacen a la marca. En
este caso yo siempre digo, ‘me siento más honesta vendiendo esto que vendiendo
noticias’ porque yo sé perfectamente cuál es la leche que uso o cuál es la
harina para hacer el pan, o la lavandería que me desmancha las sábanas, o la
clase de hilo de percal de 180 hilos que pongo en la cama. Aprendí ese oficio,
me destiné a aprenderlo, lo desarrollo y lo administro. Hay años que da mucha
pérdida y se sostiene con los trabajos del estudio, producciones, ingresos. Por
ejemplo, como yo trabajé todo lo del libro, el libro lo cobré y les di a los
autores una parte, me quedé con otra parte y el resto se destinó a todos los gastos
que ocasionó ese trabajo que fueron muchos, hubo que viajar para contactar
editoriales. Eso lo administro, me hago planillitas y digo ‘este trabajo va a
tener estos gastos y esta ganancia’. Primero se pagan los gastos y lo que sobra
es para los que laburaron. El caso del programa de radio es distinto. En el
caso familiar es así. En el caso de la hostería, a la mañana bien temprano hay
un empleado que tiene a su cargo el armado de los desayunos para recibir al
pasajero que se levanta, pero él también es responsable de todo lo que pasa
alrededor de ese despertar, que el salón esté en orden, que esté ventilado, que
esté barrido, prepara la música. Para que llegues, te sientes a desayunar y
haya un clima. Acordar que mientras vos estés desayunando, llegue la mucama y
vaya a tu cuarto a hacerte el cuarto por si vos querés volver rápido a tu
cuarto, que ya esté hecho. Esta organización. A veces hace falta que yo también
esté porque hay más gente. Y yo cocino esos dulces, ese budín, el arroz con
leche, algunas cosas a medias con mi mamá que tiene algunas viejas recetas,
otras cosas a medias con Quique como el pan porque lo hornea él. Y hay otra
persona más que se ocupa del parque que también es un elemento que el pasajero
usa mucho y que es parte del lugar a donde te estás hospedando. Entonces hay
que limpiar la pileta, hay que podar los árboles, hay que mantener la huerta,
hacer la jardinería y eso lo hacemos con Celina que es la jardinera. Pero a
veces no da el tiempo como los otros días que no se pudo, ella hizo su horario,
el que está pautado, y bueno, igual había más fruta, más cosas así que seguí
trabajando yo.