viernes, 28 de agosto de 2020

Un tipo reo pero educado

“Juan Valentino no es el típico estereotipo del músico de jazz. Tiene su propio estilo, una actitud muy personal. Es un tipo muy informal y se nota que es buena persona. Es muy sencillo”. Así lo define Clara, recepcionista de hace varios años de Thelonious Bar en Palermo, donde el guitarrista se presentó en muchas oportunidades. Además allí, Valentino grabó un disco en vivo que vende por su cuenta en los lugares donde toca.

Un profesor de educación física de la escuela tenía muy buena onda con él y con su hermano y en una oportunidad le explicó a la mamá de Valentino que se debía a que sus hijos eran “reos pero educados”. Ese es el nombre de uno de los últimos trabajos de Valentino, “Reo pero educado”. Y él lo eligió porque cuando estaba armando el cd notó que tenía una combinación de acid jazz con un toque fino que le trajo aquel nombre a la cabeza.




Lo último que compuso es un tema al que bautizó “Y vino Emma”, por su flamante hija nacida recientemente y de la que espera sea flautista o algo relacionado a la música. “Es una especie de funk un poco más modernito”, describe su autor.

     Le gusta mucho componer pero considera que también es importante tocar, y en vivo, porque cree que es una manera de estudiar. Se lo ve muy profesional, muy dedicado al instrumento, porque además de tocar muy bien, Valentino incursionó en una técnica que no es sencilla. Es la del músico norteamericano Wes Montgomery que en lugar de una púa usaba su dedo pulgar. Se enamoró de su música y manera de tocar y quiso implementar ese método para hacer algo distinto al resto de los guitarristas.

Le interesa mucho la política y su sensación es que como le gusta el arte, no puede no estar a favor de lo que hizo el ex presidente Néstor Kirchner y de lo que está continuando la actual mandataria Cristina Fernández. “Esperé 44 años para tener un presidente como Néstor. Me banqué a (Juan Carlos) Onganía, (Alejandro) Lanusse, la Junta Militar, ´Mendez´(por Carlos Menem), (Fernando) De la Rúa. Nunca pude estar orgulloso de un presidente. Siempre sentí bronca. Odié la política toda mi vida por el asco que me daban éstos tipos”.  

     Valentino es un hombre totalmente contrario a las ideas y formas autoritarias. “En el mundo, todo por la fuerza ya se terminó. Yo lo entendí cuando tuve a mis hijos. Uno no puede imponer nada por la fuerza a nadie. Hay que convencer, persuadir, hacer que el otro vea y razone”.

     Además de tener algunos alumnos particulares, desde hace dos años da clases en un conservatorio que queda en el barrio porteño de Flores y se llama ´Tempo´. “Es muy buen profesor y como persona es particular porque tiene una personalidad muy divertida. Como es músico, es todo un personaje. Habla mucho, es verborrágico y muy simpático”, lo describe Willy, director de la Escuela de música.

     Para su formación profesional, Valentino hizo clínicas en Buenos Aires con grandes músicos como George Benson, Roben Ford, John Scofield y Mike Stern. “A todos les fui a romper las pelotas con Wes Montgomery”, confiesa. “Me detestaban a veces. Benson me odió cuando le fui a hablar de Wes en vez de hablarle de él. Scofield, no. Re buena onda, la mejor, humilde, divino. Pero Benson, que es un negro grandote con traje romany, le dio una bronca cuando le dije: ´pero Wes Montgomery tal cosa´”.

     Cuando uno le pregunta a Valentino por alguien que él considere que tenga más autoridad para hablar de su persona, responde que solamente podrían hacerlo las personas cercanas como sus hijos, su familia. Los dos primeros hijos los tuvo con la ex esposa, y recientemente, una beba con la mujer actual con quien está en pareja desde hace cinco años. “Es como mi alma gemela. Tengo una relación muy compinche y profunda con ella. Un día, un conocido mío de hace más de 15 años me dijo que yo era un tipo jodido. Cuando volvimos a casa ella me dijo que aquel hombre no me conocía. En cambio ella sí que me caló”.

(Nota que realicé para la materia Técnica Periodística II que dictaba el profesor Adrián Figueroa Díaz en ETER).

18 de junio de 2011.

jueves, 27 de agosto de 2020

“Las corporaciones hacen que se pierda el humanismo”

Juan Valentino llega al bar acordado y casi antes de saludar a la cronista le pregunta su signo y zoodíaco. Ella contesta que géminis y mono a lo que él replica que es escorpio y búfalo y que se lleva bien con los monos. 

Valentino es un hombre desestructurado. Quizá por eso no le fue bien con la música clásica. Es un apasionado del jazzero estadounidense Wes Montgomery, de quien tomó la técnica del pulgar con la guitarra, y es uno de los pocos músicos que en Argentina incursionó en esa habilidad. Dentro de unos minutos se va a presentar con su hijo de 21 años, Matías Valentino, en un dúo de guitarra y piano en un restaurante en Palermo Soho.
-¿Le molesta tocar en lugares donde la gente no va exclusivamente a escuchar música? 

-Si fuera 1920, puede ser. Hoy en día está todo bien. Inclusive, te digo que en 1920 también. Los músicos que yo admiro hacían eso. Tocaban en lugares donde la gente estaba comiendo o hablando mucho. Yo tengo grabaciones de Wes Mongomery o de Bill Evans donde se escuchan perfectamente los cubiertos, las copas, hasta un teléfono en un momento. Teléfono, no celulares como ahora hay tantos. Y pienso que hoy también es parte del camino, del estudio. Aunque la gente no te presta tanta atención en el momento, te da la posibilidad de estudiar en vivo que es muy importante. Estudiar en la casa está bien, hay que hacerlo, pero después hay que estudiar en vivo. Yo lo llamaría así, no sé cómo le dicen en Berklee, supongo que performance. 

-Inclusive es interesante el ensamblar con otros músicos… 

-Claro, después hay que ensamblar con otros músicos en una zapada en el momento. Eso es parte del oficio que uno se tiene que hacer como músico. Cuando uno estudia a esos grandes como Charly Parker que siempre me gustaron, inclusive también Atahualpa Yupanki, todos han hecho ese tipo de trabajos. 

-Usted tomó clases de piano desde los 5 a los 9 años en el conservatorio de Música de Morón, ¿Qué lo llevó a cambiar de instrumento? 

-Yo quería ser pianista, como mi hijo que ahora es pianista (Matías Valentino). Estudiaba música clásica pero me aburrió mucho la pedagogía. No podía aprender a leer nada porque era todo un embole cómo me lo explicaban. Así que me aburrí tanto que dejé piano y quedé medio frustrado porque además tenía una maestra que me pegaba con la regla en la mano. Al piano lo dejé como por diez años y agarré la guitarra porque está en todos lados. Iba a la escuela, había una guitarra; iba a la casa de un amigo, había una guitarra; mi primo, tocaba la guitarra. Pero no era el instrumento que yo quería. 

-¿Con cuál quería incursionar? 

-Trompeta. Es chiquitita para llevar a todos lados, es genial. Y, ¡suena! A los 12 años escuché jazz por primera vez porque mi papá se compró un ´pasa magazines´, se decía en aquella época. Era como el cassette pero más grandote y más primitivo. Y ahí conocí a (Louis) Amstrong. Escuché la trompeta y me enamoré, quería ser trompetista. Primero pianista y después trompetista; guitarrista nunca. 

-¿Y qué pasó con la trompeta? 

-Yo vivía en Haedo, era muy difícil comprarse una trompeta en esa época. Después la estudié a los 17 y también toco un poco, me gusta mucho. Pero toco mejor la guitarra. Me enamoré del jazz por Amstrong, me fascinaba cómo cantaba, cómo tocaba la trompeta, el sentido de la improvisación que tenía. Fue realmente como el (Carlos) Gardel del jazz, quedé impactadísimo. De hecho, yo tocaba la flauta dulce de madera que te daban en la escuela, y me saqué los solos de Amstrong con esa flautita, todas las notas que tocaba el tipo, yo tocaba encima con la flauta. Era una pobreza de sonido (risas). Porque la trompeta suena gorda, divina, llena. 

-Así agilizó el oído. 

-Claro, era una forma de empezar a estudiar por lo menos. Yo quería tocar esa frase tan linda que tocaba él, con lo que sea. Si era con el calefón de la cocina, también. Después escuché todo el jazz que vino atrás, las grandes bandas de blancos como Glenn Miller. Descubrí a Charly Parker y a Dizzy Gillespi, y escuché el bebop que me parecía imposible de tocar. Después vino el hard bop que es el jazz que toco hoy día y el que me parece más lindo de todos. Es el último estilo de jazz que llegó a la pureza máxima, es hermoso. Es el que tocaban (John) Coltrane, Dexter Gordon, Sony Rollins, Wes Montomery, Clifford Brown en trompeta. 

-¿Cómo fueron esos primeros acercamientos a la música? 

-Yo empecé con la música porque mi papá y mi mamá escuchan mucha música. Mi mamá era la parte popular: tango, folklore. Con ella conocí a Atahualpa Yupanki, a María Elena Walsh, a Julio Sosa, a Gardel. Mi papá, música clásica. Le gustaba (Johann Sebastian) Bach, (Ludwig van) Beethoven, (Piotr Ilich) Tchaikovsky. Entonces tuve esa influencia. 

-Y después tocó rock and roll. 

-Sí, empecé con los Beatles. Me mataba, me sacaba todos los temas, todas las canciones, los acordes y todas las voces; la que hacía George Harrison, la de Paul (McCarteney). Yo nací en el 61, o sea que cuando yo tenía 8, 9 años los Beatles habían reventado el mundo. Y me hice fanático de los Beatles, me encantaban. Cuando los escuché por primera vez, yo pensé que no los conocía nadie; fue genial. Fui al colegio y les dije, che, escuchen esta banda que encontré que son unos tapados y son unos genios. Y se los puse y los pibes me decían, ¡los Beatles son éstos! Los conocían todos. No sé por qué aluciné que eran unos tapados que le gustaban a mi mamá nada más. Mi primo ya tocaba la guitarra y yo empecé a sacar los acordes de los Beatles, los punteos de George Harrison, y comenzó a gustarme el punteo ahí. Empecé a sacar los punteos de Harrison y de Tony Sheridan, el blusero inglés que tocó con ellos. Yo quería puntear. 

-Y ahí aparece el blues y de la mano, el jazz. 

-¡Claro! Por ejemplo, Ritchie Blackmore era un gran guitarrita de rock que además mezclaba con música clásica, hacía cosas de Bach en la guitarra y al mismo tiempo era medio jazzero cuando tocaba la pentatónica, lo hacía de manera “jazzerita”. Y el bajista de Deep Purple hacía los caminados de jazz, por ejemplo en el tema que se llama Haragán, Lazy, el bajo hace un caminado parecido al de jazz. Entonces a mí ya me gustaba eso. Me estaba dando cuenta de que el caminado de jazz me estaba gustando mucho. Todavía no había escuchado lo suficiente. 

-Y llegó a Wes Montgomery. 

-A Wes lo escuché por primera vez de grande, a los 19, 20 años. Es más, estaba en una crisis, iba a dejar la guitarra. Porque ya estaba tocando la trompeta. Estaba enloquecido con Amstrong y con Clifford Brown. También tenía una Fender Stratocaster, tocaba a lo John Maclaughling, Santana, y usaba distorsión con púa. Yo veía que todos tocábamos igual y eso me frustraba. Teníamos esa distorsión, ese yeite que hacen los rockeros. Y como ya me gustaba el jazz, no había encontrado a un guitarrista de jazz que me matara. Me gustaba Django Reinhardt, por supuesto, pero me parecía muy gitano, muy europeo. Yo quería algo más “negro blusero”. Entonces un amigo al que le decíamos el Capitán Beto y que era 10 años mayor que yo, que venía a escuchar los ensayos de la banda que yo tenía en ese momento que era de jazz fusión, con “viola” distorsionada y bajo eléctrico, este pibe me dice: “¿vos querés aprender a tocar la guitarra de verdad?” y yo le dije que sí, que era lo que más quería en la vida. Y de atrás de la espalda saca un vinilo doble: “Wes Montgomery”. Era un negro plantado en la tapa que yo pensé, ¡Dios mío!, me lo llego a encontrar en un callejón en una noche oscura y salgo corriendo. Un negro divino, enorme. Son dos de los discos más grosos que grabó Montgomery: “The Incredible Jazz Guitar of Wes Montgomery” y “So Much Guitar”. Y fui a mi casa, puse el disco y no la podía creer. Me quedé mal, lo guardé y por seis meses no lo quise escuchar más. Dije, bueno, me pongo un almacén y ya está. Porque era increíble este tipo y encima después leí que tocaba con el pulgar. Tenía una velocidad de púa pero era con el pulgar que le da un toque totalmente humano, primitivo y cálido. Yo dije, este tipo inventó la tercera técnica. La primera es la clásica, con toda la mano; la segunda es de púa, que se usa para guitarra eléctrica; y la tercera, es usar el pulgar como una púa, pero nadie la siguió, muy poca gente. 

-Y ¿Cómo fue tocar con Pity Álvarez de Intoxicados?

-Divertidísimo. Me invitó a tocar en un estadio gigantesto. La primera vez que fui a tocar con el Pity, yo salí y dije, bueno, ¿me pegarán o no los pibes cuando salga? Porque yo encima me hago el jazzero, voy con traje y reloj de agujas. Salgo y había un grupo de fanáticos de Viejas Locas y me dicen: “señor, ¡la rompió!”. Los pibes me ven tocar con el pulgar y soy tan canchero como ellos, aunque tenga 50 pirulos.  

-¿Cómo es tocar con su hijo Matías Valentino? 

-Es increíble. No tengo explicación de la suerte que tuve en la vida de sacar un hijo pianista, además. Si era guitarrista, es loco porque dos guitarras a mí no me gustan. Lo mejor que me puede pasar es tener un hijo que toque el piano y que le guste. Encima es un genio, talentosísimo. Es el caso del pibe talentoso bien orientado. Yo siempre pensé, y antes de tener hijos, el genio de verdad sale de segunda generación. La primera generación que hace algo, es el pionero, que sería mi caso. En la familia ninguno era músico entonces dije que yo iba a hacer música. Siempre pensé que los genios son de segunda generación, no de primera. Porque se cría en el ambiente adecuado y eso es muy importante. Matías se crió en el ambiente adecuado. 

-¿Y se llevan bien? 

-Sí, a los dos nos gusta jugar al tenis. Así que cuando no estamos tocando a veces vamos a jugar al tenis. Tenemos gustos muy parecidos, los dos somos escorpianos. Él es serpiente y yo búfalo. Y la serpiente y el búfalo se llevan bien además. Me llevo bárbaro. Con él hicimos un dúo de piano y guitarra y nos pasamos todos los veranos laburando juntos en la costa, Pinamar, Gesell, Cariló, Mar de las Pampas. 

-Y su hija de 26 años, ¿Hace música? 

-Ella está estudiando Derecho y canta pero lo hace como terapia, a veces viene a cantar con nosotros a la banda. 

-Y ahora fue padre de otra nena.. 

-Sí, de Emma. A ella también la voy a sacar música, flauta traversa, canto, ya vamos a ver. Pero yo siempre tuve la idea de que los chicos tienen que hacer lo que se les dé la gana y uno, apoyarlos. Yo tuve la suerte de que mi hijo eligiera algo que a mí me gusta también. Mi hija está estudiando Derecho y me parece genial. Yo quiero que ellos hagan lo que quieran y de verdad lo digo. Por eso me salió pianista porque yo siempre quise que él hiciera lo que quisiera. Está bien, lo llevaba a un lugar para que él viera y se copara pero si no se copaba me daba lo mismo. Ahora, el hecho de que él se haya copado, me hace dar cuenta de que no me daba lo mismo. Es lo más grande que te puede pasar. Y que te lleves bien, también. 

-¿Con qué músicos disfrutó más compartir grabaciones, shows en vivo? 

-Los últimos dos discos que grabé toqué con Cristian Jeréz. Nunca toqué con un pianista tan bueno como él. Encima es argentino, es increíble. También toqué con Roger Kalloway, un pianista americano que grabó los últimos discos con Wes Montgomery. Y grabó con todos los genios que te imagines, con todos los capos americanos, con todos, un genio el tipo. Fue lindo, disfruté con él. Este pibe Cristian Jeréz toca tan bien, tan lindo es tocar con él. Yo tocaba una balada, la melodía, y él hacía los apoyos del pianista y era como estar tocando con el pianista de Wes Montgomery. Muy lindo, mucho gusto. Otro pianista con el que también me gusta tocar y con el que estoy tocando bastante seguido de invitado es con Pablo Raposo. Tienen un trío que se llama “Trío Índigo”, que el bajista y el baterista también tocan conmigo. Son Pablo Carmona (bajo) y Claudio Rizzo (batería). Son dos muy grandes músicos del ambiente que tocan con todos. Pablo Raposo tiene un corazón para tocar. Además de la técnica buena que tiene pone el cuore y eso me fascina. En un momento se prende fuego. Disfruto mucho cuando toco con ellos. Mucha prolijidad y no dejan de lado el cuore que es muy importante para mí. 

-¿Cómo fue su experiencia con Willy Crook y los Funkies Torinos? 

-Fue única, nunca pensé que me fuera a pasar algo así. Recorrí toda la Argentina, los países limítrofes, fui a Estados Unidos, Colombia. Fue una experiencia increíble porque además el estilo de Willy se prestaba para la viola que toco yo, con estilo jazzero pero sobre funk y soul. Y la verdad es que queda hermosa, queda tan linda, tan rara. A la gente le llamaba la atención. Yo creo que lo que pegó de los Funkies Torinos es el tipo de guitarra que se eligió Willy al elegirme a mí. No porque me haya elegido a mí particularmente. Sino por el hecho de llevar un guitarrista de jazz a tocar al ambiente del funk, del soul, del rock. Entonces al poner la guitarra de jazz él tuvo la sutileza, la fineza de poner este toque de jazz. Encima metió un jazzero que tocaba con el pulgar y era muy loco. Estuvo muy bien la combinación. Y otra cosa excelente fue Patán (Vidal) que es un gran pianista de jazz y de blues también.
-Con él grabó dos discos 

-Sí, el primero y el segundo. Patán tiene todo. Patán te manda una frase de jazz divina, de blues que parece que está tocando con Pappo, también te manda algo que suena clásico. Es un pianista muy versátil que también tiene mucho nivel, mucho corazón. Tiene todo. Entonces con un pianista como Patán, el saxo de Willy; Jorge Pascuali en bajo, que es una luminaria del bajo que tocó con (Luis) Salinas. Vos le decís a Salinas Jorge Pascuali y el tipo te hace una reverencia. Después apareció Timoty (Gustavo Javier Cid) que tiene un swing el pendejo que no se la puede creer. Y la verdad es que fue una banda muy especial y que la gente se daba cuenta de que era especial. Hice mucha experiencia de trabajar con esa banda, de viajar, de tocar, de conocer lugares. 

-Después de “Reo pero educado”, ¿Sacó algún otro disco? Según los archivos no, ¿Priorizó otras actividades? 

-Sí, hice un par de piratas. Lo que pasa es que es muy difícil luchar con la gran corporación de la música. Más cuando uno es un artista chico. Entonces sacar un disco para un artista chico que solamente va a hacer una tirada de 5 mil, o 10 mil, o 3 mil; tendría que decirte ahora 6,7,8 (risas); no rinde entonces no se tiene apoyo de nadie y es complicado. Este par de piratas que hice fueron tocando en cuarteto con Pablo Raposo, (Pablo) Carmona y Nico Soco, baterista, en vivo en Thelonious (Bar – Night Club) y los vendo. Creo que deben ser los que más vendí porque hace tantos años que los voy vendiendo en la costa en todos lados pero tipo pirata. Tengo ganas de sacar un disco nuevo por Matías. Es más, quisiera hacer un disco del trío de Matías y aparecer como invitado. 

-¿Hay algún otro proyecto que tenga en mente? 

-Sí, algo que tampoco pude hacer por presupuesto. El disco de éxitos de todos los tiempos de rock nacional tocados en jazz. Con contrabajo, piano de cola, guitarra de jazz, batería con escobilla; e ir invitando a distintos músicos. Por ejemplo, hay un tema de Spinetta que me gusta mucho “Cementerio Club”, hacer una buena versión, bien blusera, tirando a jazz y que lo cante Pity, por ejemplo. Después hacer un tema de Charly divino, “Promesas en el bidet” pero que lo cante (Miguel) Zavaleta. Una balada, también de Charly linda pero que la cante Diego Torres. Es una idea que voy a ver si la puedo plasmar. 

-Cuando tenía 23 años abrió un estudio de grabación propio, El Monasterio, ¿Cómo fue esa experiencia? 

-Sí. Mi viejo tiene un departamento muy lindo en Avenida Santa Fe y Callao. Y en una época yo me puse un estudio en la parte de atrás, en la parte de servicio. Tenía ocho canales, análogo, con grabador de cinta abierta. Fue a mediados de los 80. Y grababa cosas chicas, jingles, para radios, el primer demo que se quería hacer alguna banda. Y me sirvió mucho para estudiar. Para tener un lugar donde encerrarme con mis amigos a tocar sin molestar a los vecinos y para que nadie me chillara. O sea al revés, un lugar donde encerrarme, sin que me rompan las pelotas a mí. Entonces me armé un estudio, todo alfombrado. Con la fibra de vidrio como corresponde. El vidrio doble pero la puerta también era de vidrio doble, o sea que se veía todo del otro lado. Teníamos un piano Rhodes, contrabajo, y hacíamos sesiones de zapadas desde el viernes a la noche hasta el domingo a la noche, tocando. Con Patán y otros amigos, Jorge Zírpolo, un gran guitarrista también. 

-Con Marcelo Gillespi estuvo colaborando en un programa en la Rock and Pop, ¿Cómo fue esa experiencia? 

-Sí, colaboraba una o dos veces por semana durante un año y medio en el programa que se llamaba “Gillespi Hotel”. Iba de cero a dos de la mañana por Rock and Pop. Divino, nos cagamos de la risa. La pasábamos tan bien. Fue una época muy linda, además el programa era distinto al de hoy en día, “Falso Impostores” que es a las 19. Tienen que parar a dar el informativo. Es más careta, digamos. Igual nada puede ser careta con Gillespi porque es un genio. Te reís y siempre tiene un doble sentido lo que dice. Y hay una bajada de línea muy copada. Y yo ahí no trabajaba de músico, decía el horóscopo chino. Me mandaban mails y yo contestaba cosas del horóscopo chino. Así pude conocer a Ludovica (Squirru), me hice re amigo. Una vez estuvimos con ella diciendo el horóscopo pero cuando llamaban, si preguntaban por el horóscopo ella decía: “no, no, horóscopo Valentino”, ella solamente hablaba de Feng Shui, porque en esa época estaba enloquecida con el Feng Shui. Muy lindo la pasé. Y conocíamos mucha gente. Me encantaba hacer eso. Después ya cambió de dueño la radio, viste cómo es eso. Las corporaciones. Es así, cuando en el mundo las cosas se hacen muy, muy grandes, se pierde el humanismo. 

-Entonces las grandes corporaciones lo acaparan todo. 

-Totalmente. Yo lo viví en carne propia ahora que nació mi hija. Está en un sanatorio del que no voy a decir el nombre, pero voy a decir como dice (Peter) Capussoto, el sanatorio de Los Hijos de Puta. Con mi mujer hacemos siempre esa broma, vamos a la tintorería, nos matan con el precio y decimos que es la tintorería Los Hijos de Puta. Este fue el sanatorio de Los Hijos de Puta. Es todo muy mercantilista, muy a lo de la guita, entonces se pierde la humanidad. Se pierde el humanismo y se pone todo más feo.
1 de junio de 2011